Elegías de un reflejo en la ventana de un bus,
se caen las gotas del vaso, de esa vida cortada con tijeras para surdos.
Un cuerpo deseado va apagándose, quizás o tal vez, olvidándose
en condiciones de un ego demasiado cítrico.
A veces maldigo esa cabeza rodante un tanto arremolinada
o para dichos teóricos arrogante o merecedora de estudios,
que va para bien o mal, cargada de pensamientos
donde se pudren mis recuerdos.
Drogas con sabores dulces y matices sanguíneos,
entre un abrir y cerrar quejándote.
Dolores más allá de la carne, porque vas perdiendo
mientras conservas una vida por inercia.
Ábrete a las ideas, ábrete a la vida, vive...
siempre hay voces, no las escucho, las callo, las silvo,
las reviento o las canto en idiomas que no entiendo.
No entiendo el karma, ni la biblia,
no entiendo a las personas, no entiendo al mundo
ni a las ideas, no entiendo que escribo
no me entiendo y a veces NO TE ENTIENDO.
No pretendo seguir los métodos, menos acariciar
esos recuerdos, y así al final del escrito
me voy muriendo, al mismo tiempo que emito sonidos,
escucho ruído y vierto el contenido.